Pilar Lasheras Lalana
Este verano tuve la ocasión de asistir a la presentación de la obra “el bandido Cucaracha” por los Titiriteros de Binefar en mi localidad, en la que también nació este personaje. El salón social estaba lleno de niños de edades muy distintas en la zona más próxima a los actores, y de adultos en las siguientes filas.
El espectáculo parte de la vida del bandido, sobre la que recae una leyenda romántica que nos muestra a un bandolero del siglo XIX, primero como un niño con sus juegos, y luego como adulto realizando sus fechorías.
La presentación de la obra, sobre una lámina con viñetas, facilita a los pequeños el primer acercamiento a las formas elementales de la lectura a través de las imágenes, las cuales son mostradas por el narrador y que luego se desarrollan con títeres y personajes reales. Ésta me parece una forma muy apropiada de hacer vivir una historia con escenas tiernas, con acción, con suspense y un final que castiga una trayectoria de delincuencia.
Se funden texto, dibujo, personajes, voces y música con una proximidad que crea una emoción que se ve claramente reflejada en la cara de los niños.
Unir los títeres con una lectura, ver una obra o un cuento representado por unos actores, a mi modo de ver, hacen que el niño desarrolle una gran imaginación con la lectura que luego verá potenciada en el escenario, además podrá desarrollar una cierta “crítica” al ver si lo que él imaginaba al leer cubre sus expectativas con lo que encuentra en el escenario.
Unir lectura con teatro puede tener un gran potencial si lo introducimos en los niños en sus primeras etapas. El despertar su interés por los personajes y sus historias mediante la lectura y el trabajo en equipo me parece una línea de trabajo fascinante.
Pilar Lasheras Lalana.
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