ANA GARCÉS AZNÁREZ 4º B
Ya que se trata de un blog de literatura he estado pensado en cuáles podrían ser los autores más importantes para mí; un libro que recomendar, que por supuesto los hay; algún artículo que me haya gustado, o simplemente un cuento de mi infancia que creía bonito para compartir.
No lograba decidirme por ninguno que me llamara especialmente la atención asique decidí dejarlo para más a delante. Hasta que hoy me ha venido a la mente que hasta yo tenía mi propio trocito de literatura. Todos escribimos cosas con o sin un fin, y yo empecé a escribir por así decirlo, con el fin de presentar un relato corto en un concurso de mi instituto. “La otra habitación” es el título que apareció en la revista Ágora, editada todos los años por el instituto I.E.S Cinco Villas, en la que aparecen escritos de sus alumnos, pasando por la poesía hasta el relato.
Esta historia la escribí cuando estaba en 4º de la ESO, con unos 16 años. Me trae buenos recuerdos cada vez que la leo y por eso quería compartirla, aunque la expresión de ésta no sea la más correcta dado mi corta experiencia, espero que os guste.
LA OTRA HABITACIÓN
Siempre había querido ser diferente, tener algo que los demás no pudieran tener, y lo tuve, hasta que en mi sexto cumpleaños pasó algo que cambiaría eso por completo.
7 de noviembre de 1991, el día que cumplía 13 años , la verdad no esperaba nada en especial, sólo que se acabase pronto la visita que prometió mi madre a los Clarks a su mercadillo anual de antigüedades, que casualmente siempre coincidía con mi cumpleaños, estos lo celebraban en su jardín ya que es muy amplio y lujoso, colocando cuatro mesas alrededor de la fuente con forma de cisne y exponiendo sus valiosas antigüedades, luego les ponían precio en una subasta dentro de su mansión y como todos los años mi madre me decía diez minutos antes que si había visto algo interesante que me apeteciera para mi cumpleaños, nunca solía pedirle nada porque la verdad todo era muy caro y me parecía mal pedírselo , pero ese año descubrí algo muy especial, algo en lo que nadie había reparado, en una de las mesas del fondo, una lámpara hacia reflejos con el sol, me acerqué a mirarla; era preciosa y hacia juego con las cortinas de mi cuarto. Esta vez no le dije que no a mi madre, le pedí que me la comprara y ella aceptó enseguida, pues no era excesivamente cara.
Después de la subasta de los Clarks, fuimos a casa a celebrar mi cumpleaños, que sin duda iba a ser muy especial para mí, aunque yo no lo sospechara, subí corriendo las escaleras para poner mi nueva lámpara en la mesilla de noche. Era pequeña, con cristales incrustados en la tulipa naranja, la dejé ahí colocada y baje al salón, dónde como cada año mi madre preparaba una fiesta, invitando a mis amigos con intención de distraerme de mis pensamientos pesimistas y animarme un poco. Sé que ella también hacia un esfuerzo sobrenatural, ya que sufría depresión desde que tengo seis años.
Esperé, impaciente por volver a mi cuarto, para que todo se pasara muy rápido y no poder pensar demasiado y de paso ver mi lámpara nueva, que sin duda me había causado una gran impresión. Por fin terminada la fiesta me fui a mi cuarto, apagué la luz y encendí la lámpara, esperando un buen resultado, pero ésta no hizo lo que yo esperaba si no que poco a poco fue abriendo un foco de luz naranja que se dirigía hacia la pared, después de cinco segundos la luz se apagó dejando la figura de una puerta enfrente de mi cama. Volví a encender la luz, ya que la habitación se había quedado a oscuras y me quedé mirando fijamente, con los ojos desorbitados y la boca abierta, a aquella puerta que había aparecido de la nada, en la pared de mi cuarto.
No estaba segura de lo que estaba pasando ni si detrás de esa puerta iba a haber algo. Estuve a punto de llamar a mi madre para ver si ella también la veía o es que me había vuelto loca de verdad, pero antes de eso decidí asegurarme de que la puerta se podía abrir o sólo era un espejismo plasmado en la pared de mi cuarto, agarré el picaporte y lo giré decididamente. Al abrirla, se vislumbraba un rayo de luz proveniente de otra habitación paralela a la mía, se podía oír a lo lejos una melodía parecida a la de una caja de música de cuando yo era pequeña, terminé de abrir la puerta y por fin pude ver lo que había detrás de ella, era algo impresionante, una niña estaba sentada en la silla de su escritorio escribiendo algo, al lado del escritorio había dos camas de niña pequeña con una princesita dibujada en la colcha ,la habitación era rosa y todo olía a fresa, de repente me di cuenta, esa habitación ya la había visto antes, las mismas cortinas, el mismo ambientador de fresa que tanto me gustaba cuando me ponía en mi escritorio a escribir mi diario y esa niña de cabello rubio y rizado era yo, pero había una cosa que no me cuadraba, ¿dónde estaba mi hermana ? Recuerdo que cuando tenía 6 años aun seguía con nosotros, seguí mirando atentamente la habitación y entonces la vi, ella entraba por la puerta, idéntica a la otra niña que ahora se giraba para verla, con sus dos coletas, tan contenta como siempre. Llevaba un regalo en la mano, claro, ya me acuerdo, ese era el día de nuestro cumpleaños, de pronto me dio un escalofrió y quise cerrar la puerta para no ver lo que iba a pasar, me sentía tan culpable, pero cuando la estaba cerrando vi que alguien entraba en la habitación, era mi madre que venía a contarnos un cuento, me quedé a escucharla en silencio como solía hacer cuando era pequeña, cuando acabó, nos dio las buenas noches y se fue. Nosotras nos acercamos a la ventana para mirar las estrellas y pedir un deseo, mi hermana enseguida se fue a dormir, su cama era la más cercana a la ventana y ella podía ver las estrellas desde allí, yo seguí sentada en su cama pensando mi deseo pero como no conseguía ver ninguna estrella fugaz abrí la ventana y me acerqué, entonces pedí mi deseo y me fui a la cama dejándola abierta.
Oh, dios mío, ahora lo entiendo, fue por mi culpa yo deje la ventana abierta aquella noche, yo hice que mi hermana enfermara… no puede ser, me siento tan mal, no merezco nada, no quiero seguir viendo esto, cogí la lámpara con intenciones de estamparla contra el suelo, pero de repente algo me frenó, me gire hacia la puerta para ver qué pasaba en la otra habitación, era mi madre que volvía a entrar, me quedé unos segundos mirándola con la lámpara en la mano, se dirigía hacia la ventana para cerrarla, y después darnos un beso en la frente.
No, no fui yo, no fue por mi culpa, no…
ANA GARCÉS AZNÁREZ 4º B
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